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El reto de Pepsi

Pepsi sufrió una crisis cuando su embotelladora venezolana la abandonó, pero ha recuperado la efervescencia. Y Coca-Cola trata de frenarla.
Por Raymond Colitt • Caracas

Hace tres años, cuando la embotelladora venezolana de PepsiCo se pasó a Coca-Cola, el refresco favorito de los venezolanos desapareció como por arte de magia de mercados y restaurantes. Los productos y anuncios de Coca-Cola invadieron el país y ocuparon en cuestión de días el lugar predominante que Pepsi había disfrutado por medio siglo.

Tras una ausencia de seis meses, Pepsi lanzó un agresivo contraataque. Hoy, los dos gigantes libran una guerra feroz por el control de uno de los mercados más atractivos de la región. El venezolano promedio consume 280 botellas de ocho onzas de refresco al año, lo que representa ventas de unos US$1.000 millones.

Pepsi afirma que ha recuperado el 38% del mercado del refresco (a principios de 1996 tenía el 78%). Coca-Cola pone en tela de juicio esa cifra pero reconoce que ha logrado una notable recuperación. “Se repusieron muy pronto”, dice Brent Willis, presidente de la división Vencol de Coca-Cola, que abarca a Venezuela y a Colombia. “[Y] este es uno de los mercados más competitivos del mundo”.

La recuperación de Pepsi se debe mayormente a la fortaleza financiera y la experiencia de su socio Polar, el mayor conglomerado de alimentos y bebidas de Venezuela.

Sorpresa, una empresa conjunta de Polar (70%) con PepsiCo (30%), embotelló la primera Pepsi sólo tres meses después de crearse en enero de 1997. Utilizó recursos de otras unidades del grupo Polar, así como equipo especial para 1.600 camiones que abastecen a 200.000 de sus puntos de venta. En su primer año de operación, Sorpresa recuperó una participación de mercado del 17%.

Al principio, la penetración en el mercado implicó un alto costo de transporte, ya que había que abastecer vastas zonas desde embotelladoras situadas a gran distancia.
Pero dos años y medio después, con una inyección de US$500 millones, Sorpresa tiene cinco embotelladoras propias. “Hemos recobrado la capacidad necesaria para responder a la demanda nacional”, dice Gustavo Hernández, presidente de Sorpresa.

A diferencia de Coca-Cola, que tiene 18 embotelladoras, Sorpresa tiene menos plantas con mayor economía de escala y cubren una gran sección del mercado.

Guerra de precios. Por ejemplo, en la zona de Maracaibo, la planta de Pepsi inaugurada en junio cubre el 25% de la demanda nacional. Con una capacidad de 30 millones de cajas al año, pueden instalarse dos líneas adicionales, lo que la convierte en una de las mayores y más eficientes de su tipo en América Latina, según
Lorenzo Mendoza, presidente ejecutivo de Polar. “Queremos llegar a ser el productor de refrescos más eficiente del país y ofrecer productos de calidad a precios asequibles y competitivos”, señala.

En el fondo de esa declaración trillada de la misión de la empresa podría estar la clave de la victoria en la batalla por el mercado venezolano de los refrescos.

Los bajos costos de producción determinarán la capacidad de librar la clase de guerra de precios que estalló en 1998 cuando ambas compañías ofrecieron descuentos hasta del 50% a nivel minorista, muy por encima del descuento normal máximo del 5%. En cierto momento, una botella de 2 litros sólo costaba 80 centavos. “No estábamos listos para eso”, admite Willis, de Coca-Cola, presionado por los accionistas para que suba los márgenes de ganancia.

A la larga, las nuevas instalaciones de producción y distribución de Sorpresa podrían darle una ventaja sobre Coca-Cola, que heredó plantas viejas y descuidadas, según Rafael Avendaño, ex gerente de ventas de Pepsi. Coca-Cola también batalla por mejorar la productividad y cambiar su cultura empresarial.

“No somos tan productivos como quisiéramos. Nuestro equipo de ventas es rojo pero todavía siente por el azul”, reconoce Willis, refiriéndose al personal de Pepsi que Coca-Cola heredó en 1996. Dice que el mayor reto de la compañía es crear una operación flexible y de buenos reflejos sobre la base de una firma que antes era prácticamente un monopolio.

“Pasan por un momento de turbulencia administrativa”, dice Hernández, de Sorpresa, sobre Coca-Cola. “No es fácil cambiar la cultura de una compañía en un fin de semana después de trabajar 60 años en una forma particular. Ese cambio crea cierta perturbación interna”.

Willis responde diciendo que la ofensiva de precios de Sorpresa fue costosa y sólo produjo un alza momentánea en la cuota de mercado. Alega que Sorpresa se vio obligada a poner fin a la guerra de precios en febrero, después de perder unos US$40 millones el año pasado.

En cuerpo y alma. Willis, de 39 años, reitera que Coca-Cola está ganando la contienda a largo plazo por la preferencia del consumidor. “Para nosotros, ganar significa dominar al consumidor en cuerpo y alma”, señala.

Hernández, de Sorpresa, afirma que la antigua lealtad de los venezolanos a la marca Pepsi lo ayudará a restablecer su mercado. “Tenemos la ventaja del reconocimiento de marca”, apunta. Para fortalecer ese reconocimiento, en mayo de 1999 PepsiCo había invertido US$77 millones en la promoción en Venezuela.

Pero Coca-Cola reitera que las encuestas realizadas en mayo de 1999 muestran que el 40% de los consumidores prefieren su marca, cifra superior al 20% de Pepsi. Pero tres años antes, en agosto de 1996, casi el 80% de los consumidores preferían Pepsi. “En dos años le hemos quitado a Pepsi su ventaja de 50 años”, se jacta Willis. “Entendemos mejor que ellos los valores y las motivaciones de los consumidores”. Afirma que el éxito en las ventas seguirá a la preferencia de la marca.

Ambas compañías tratan de atraer minoristas y consumidores con miles de regalos y trucos publicitarios: neveras, banderolas, carteles en tiendas, etc. Pero Coca-Cola ha hecho un mayor esfuerzo al patrocinar eventos populares, como el concierto anual de rock de Caracas. “En volumen de publicidad, Coca-Cola lleva una clara ventaja”, dice Avendaño.

Al reconocer que cada vez más venezolanos beben refrescos mientras realizan algún tipo de actividad, Coca-Cola puso recientemente en circulación a un equipo de vendedores ambulantes con el propósito de incrementar las ventas. En el marco de esa campaña, la empresa ha lanzado el “Programa de los 100 Metros”, en el cual se usarán canales de distribución no tradicionales para que los consumidores puedan comprar Coca-Cola fría en un radio de 100 metros del lugar donde estén: la escuela, el trabajo o la casa.

Esas medidas de distribución podrían ser decisivas para determinar el resultado de la guerra de los refrescos. Pero un individuo en un puesto de perros calientes de la zona céntrica de Caracas no parece impresionado por la contienda y lo resume todo con una observación: “Mientras esté fría y sea barata, me da lo mismo una cola que otra”.

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